Los muertos de la Revolución
21 Nov 2010 Leave a comment
Los muertos de la Revolución
Llegaron de Chihuahua
de Saltillo de Sonora
descalzos mal encarados furibundos
cayeron en Gómez Palacio
en Torreón en La Cadena
con las manos rotas
las rodillas quebradas
el caballo partido en dos
los halló la noche
los encontró el alba
con un ojo abierto
con el pecho vacío
acribillados en un arroyo
despedazados al pie de un cerro
dinamitados en un tren
lampiños sucios harapientos
los compañeros los despojaron
los buitres los comieron
los amarilleó el polvo
los secó el sol
en el lodo quedaron
famélicos anónimos deshechos
con la calma sobrenatural de los muertos
Zapata
No murió acribillado
a la puerta de la hacienda
ese día de abril
cuando los soldados
a la última nota
del toque del clarín
le vaciaron dos veces
la carga de los fusiles
dicen los que lo vieron
que en su caballo blanco
resistente a las balas
a los hombres y al tiempo
a galope tendido
entró a la muerte entero
Poemas de Homero Aridjis
Amor constante más allá de la muerte…
03 Nov 2010 Leave a comment
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Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;
mas no, de esotra parte lisonjera;
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.
Alas a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido:
su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, más tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.
FRANCISCO DE QUEVEDO
…
El precipicio
es la última terraza para el cielo.
Aquí termina el mundo. Aquí comienza.
La pisada puede elegir entre dos vías:
el peligroso vino de la vida
o el láudano rojo de la muerte
que aquí viste de blanco.
VICENTE QUIRARTE
…
Dice la vieja: está la muerte
muy cerca, y nunca
le veo la cara.
Dice la vieja: charla
y charla, y me recuerda
un tul, una canción
lejana.
Pero nunca,
dice la vieja, nunca
le veo la cara.
Me recuerda
un tul, una canción lejana.
ELISEO DIEGO
…
Me miro frente a mí, rendido,
escuchando mi propia sangre,
con la atención desnuda
del que espera encontrarse en un esjejo
o en el fondo del agua
cuando, teniendo el cuerpo, ve acercarse
su sombra, lenta e inclnada,
a la suprema conjunción
de so pulsos perdidos en sí mismos,
como doble sueño o palabra
inserta en eco hasta llegar
a la primera orilla del silencio.
ALÍ CHUMACERO
PENUMBRAL
03 Nov 2010 Leave a comment
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PENUMBRAL
I.Pronóstico: nublado
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
CESARE PAVESE
En esta cuna de dolor
la muerte arrulla el cuerpo diminuto de mi madre.
Yo la envuelvo en un tibio sudario
y mis lágrimas son gotas residuales del otoño.
Cómo conservar esta caricia inerte
tibia aún sobre mi cara,
saber si mis palabras fueron entendidas
por ese huraño corazón acorazado.
Pronto dormirá serena,
sus ojos son pequeñas escotillas incendiadas
de un barco nodriza en lento hundimiento.
No puede llegar la hora:
si yo nací con su tristeza,
acaso moriré también cuando muerta su melancolía.
Mi madre se vuelve fetal
y cierra con un signo de interrogación
el texto de su vida.
En mi pecho apoya la osamenta,
se adormecen todas las preguntas.
¿Son necesarios los zapatos para ir al cielo?
¿Le podré sedosas medias blancas
o recios calcetines para el frío?
¿Cuál será realmente el clima en el espacio,
o allá profundo en el abismo?
Pronóstico: nublado.
Tal vez mi madre caiga por el ojo
de algún huracán arrepentido.
Tal vez le tocará esperar del lado oscuro de la Luna
o la veré cruzar la fase creciente
montada en un escoba de crines de Pegaso.
Muchas veces se la disputé a Marte,
pacté con él y con todos sus secuaces
a fin de rescatarla.
No sé si lo logré,
o fueron tan sólo sus despojos
que por años se ocultaron en mi mente.
II. El ciervo celestial
[Cinco hileras rodean su garganta
cada gota se va deshilvanando en poco tiempo.
Al irse aquel Teseo derrotado, el hilo se rompe,
y las perlas se desgranan en silencio.
Al cabo de cuarenta y nueve lunas de noviembre,
Teseo vuelve y se la lleva detrás del horizonte…]
Mi casa está vacía.
Polvo se acurruca en todos los rincones
y se adhiere a la cara ciega del espejo.
A tu higuera la invaden los insectos,
y la ruda se secó tan sólo en una noche.
Hoy tu gato negro ya no ronda nuestras piezas.
Te volviste polvo tú también,
ahora habitas un pequeño útero de cedro.
Eres apenas un poco de cenizas, aun así,
te convertiste en el reflejo de mil rostros
revelados en columnas de cartón descolorido,
y en una embestida de recuerdos.
Aún siento el aroma que impregna tus enseres.
aún estás aquí, en mis gestos diurnos y nocturnos,
en tu matraz,
en tu mortero,
en cada movimiento que realizo.
Aquellos tigres en la casa no podían ser
sino las fieras que preceden a la muerte,
mismas que nos ha rondado tantos años.
Hondo es el vacío.
Pero, sabes, algún día me iré por el Camino de Santiago.
Encontraré quien me reemplace en este rito de dolor.
La parte de mí que se murió contigo
lucha por regenerarse
contra la necrosis de algunas zonas afectadas.
Soy el ciervo celestial
adosado a las paredes de una bóveda
en espera de una luz que lo redima.
Soy una gacela con el lomo fracturado
por la brama incontenible de cervatos y viejos dromedarios
que emboscaron mi camino.
Soy ese miedo de hombres, niños y mujeres
atrapados en este laberinto de piedra.
No sé si en mis pulmones se geste algún siniestro.
No sé si al cauce de mi sangre lo invadan los detritos.
Ignoro si en el ámbar líquido de mis riñones
habiten organismos que acabarán por destruirme.
Si mi corazón no sea aquel enamorado
de cascos gozosos y ligeros.
Soy sin ti en este mundo,
al que nunca me atreví a mirar de frente
y sostenerle la mirada,
mucho menos a escupirle sus mentiras.
Ya sin tu atadura corporal yo sigo acordonada
en espera del plasma que me nutra.
Mientras, la casa está vacía.
El fresno se quedó desnudo.
Hojas iracundas huyeron con el cierzo
y me arrastraron sin rumbo por la calle.
El frío se ensañó conmigo.
Espero el tiempo del deshielo
para trasladarte a tu nueva morada de cantera.
o devolverte al mar con todos tus secretos y esta vieja,
atávica placenta que tanto nos nutrió de soledad.
III. Huan / La disolución
Se ha vuelto a encontrar.
¿Qué? La eternidad.
Es el sol que huyó
Junto con el mar.
ARTHUR RIMBAUD
Tu imagen surge hoy a contraluz
de un frío amanecer de luna nueva.
En una floración anticipada el fresno
parece desterrar un luto pertinaz
de tantos meses.
Partir,
la barca espera.
Tu pecho restaurado irrumpe
del blanco de la tela y el rojo de tu corazón caído.
Toda tú puedes lucir ahora una piel
inmaculada, sin temor
de sucumbir a la intemperie.
Ir sin cuidado, decidida,
rumbo a mar abierto.
Yo desde aquí contemplo el horizonte,
tu impulso de viajar sin lastre.
Y después de este destierro,
cómo retornar sin adherencias dolorosas,
saber dónde pervivo en todo este derrumbe,
cribar lo imprescindible de lo inútil,
poner a salvo más de un siglo de recuerdos.
¿Qué revelará la caja negra del siniestro
resguardado en este mar de fondo?
¿Cuándo desprenderme de una vez
de las cadenas y grilletes
que me atan a esta fortaleza,
a estos bienes de raíces tan profundas,
vientre gigantesco
donde entrar es lo de menos
y salir es sólo un simulacro.
Mi cuna,
mi sepulcro,
mi bóveda infinita
donde viven los amores grandes y pequeños
¿Qué fue de las mujeres de la casa?
No escucho sus manos laboriosas
ni abrevo de sus mágicas pociones.
Me abandonan,
me conminan a encararme con la muerte
en estas piezas encantadas
donde vagan los fantasmas inconformes
y las larvas del deseo han hecho nido
de mi cuerpo tantas veces.
Aquí llega Dios a visitarme con su madre.
Además, en esta casa enferma
se atiende bien a los difuntos en su día:
arde el copal y el palo santo,
arden los cirios perfumados,
la luz se esparce hasta el último rincón
de las tinieblas.
Aquí los ángeles benditos y los ángeles rebeldes
no se contradicen.
No obstante, las mujeres de la casa
me han dejado sola,
con lunas en exilio vacías de su curso.
Las sibilas de fuego en las entrañas,
las vestales con su lámpara de aceite han partido.
Encima del altar dejaron un último murmullo.
El sol se eleva o se distiende
tramando su luz en el recuerdo.
Acecha detrás de la vigilia
desde el fondo prístino del mar,
anida en el frágil regazo de los sueños.
Partir,
tal vez vivir,
la barca espera.
Tomado de Penumbral, plaquette de poesía No. 71, Ediciones Mixcóatl, México, D.F., 4a. reimpresión, 2007.
D.R. ZULAI MARCELA FUENTES
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